miércoles, 8 de mayo de 2019

EL HIJO de Sebastian Schindel



A LA SOMBRA DE ROSEMARY

Mientras se ve El Hijo, cuesta mucho desprenderse del recuerdo que uno guarda de El Bebé de Rosemary de Román Polanski, una obra maestra del terror gótico moderno en el cine. Posiblemente inspirado en aquel clásico y basado en un guión de Leonel D´Agostino sobre una historia de Guillermo Martínez, el film deja verse como una historia de suspenso, bien contada pero no exenta de ambigüedad, altibajos en su ritmo, y sobretodo trampas argumentales.

El film posee todos los elementos del género. Una casa con un altillo tenebroso que obra de atelier de Lorenzo. Una pareja deseosa de tener un hijo. Un esposo pintor de cuadros que luce algo alterado. Una esposa extranjera que se mantiene distante y cuando se embaraza se escuda en un ama de leche de aspecto sombrío. Un matrimonio amigo que padece de infertilidad, que se muestra esquivo y hasta parece envidiar la dicha ajena.

No obstante ello, el film comienza bajo la apariencia de un matrimonio enamorado. Lorenzo y Sigrid parecen tener una vida apacible. Su mujer es noruega y la ha conocido en un viaje. Desean tener un hijo. Cuando Sigrid se embaraza, la convivencia parece volverse un paraíso. Pero cuando la criatura nace, sorpresivamente, estalla el infierno.

¿Quién se ha vuelto loco en la pareja? ¿Por qué la vida de ambos parece desestabilizarse? ¿Dónde ha quedado el amor que la pareja se profesa al principio de la película? ¿Cuándo han comenzado a temerse uno al otro? ¿Qué tiene ese niño que desestabiliza la vida de sus padres?

Schindel toma como centro de la historia al personaje de Lorenzo. Toda la película girará en su torno. El personaje espera con ansiedad el nacimiento de su hijo, pero cuando esto acontece, la conducta de Lorenzo comienza a mostrarse con ciertos desequilibrios emocionales que no son ajenos a la pretensión de su esposa de no dejarlo ver a su hijo.  La mezquindad de Sigrid parece volverlo alterarlo al borde de la misma locura.

El film se vuelve hermético y casi no brinda explicación alguna. Fuera de toda lógica, la trama se sostiene en función del golpe de efecto y el film parece transitar una montaña rusa de sentimientos encontrados. Cada escena esta correctamente desarrollada. Es valida por si misma. Pero cuando el espectador intenta conectar el todo, se encuentra con que al rompecabezas que le entrega Schindel le faltan algunas fichas. El film, entonces, se vuelve arbitrario, carente de lógica, y por ende, de interés.

Podría decirse que Schindel solo busca provocar y desafiar, evitando en todo momento evitar la pasividad de quien está sentado en la butaca. Incluso agrega un doble final, lo cual no solo vuelve loco a sus personajes sino también al espectador, que se siente igual o más perdido que el propio director que con suma astucia pareciera dejar abierta una puerta abierta para tener la posibilidad de filmar una segunda parte.

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