sábado, 25 de mayo de 2019

LETO de Kirill Serebrenikov

ANTES DE LA PERESTROIKA
Estamos ante una especie de falso documental con la forma de un gigantesco video clip que relata los comienzos del rock and roll a principios de los ´80 cuando todavía la Unión Soviética se manejaba como un régimen opresor de las libertades individuales y políticas, y por lo tanto, también las artísticas. No obstante ello, comenzaban a abrirse algunas rendijas, a la vez que el régimen experimentaba algunas grietas que permitían que en forma soterrada y en clandestinidad algunos músicos y cantantes comenzaran a mostrar sus trabajos en lugares reducidos y muy controlados por las autoridades. Ciertas expresiones culturales comenzaran a tener su espacio bajo un sistema siempre recto y verticalista.
Leto comienza su historia en una playa cercana a Leningrado (hoy San Petersburgo) donde un grupo de jóvenes de aspecto hipesco, la mayoría músicos y poetas,  se juntan para pasar un fin de semana en libertad mostrando sus trabajos, haciendo oír su música, escuchando los discos de Occidente prohibidos en la Unión soviética que por otra parte, eran hits en todo el resto del mundo, a la vez que dejan llevar por el amor libre, tratando de imitar un fin de semana de libertad al más puro estilo occidental en un todo de acuerdo con el movimiento hippie de fines de los `60, principios de los `70 cuando la guerra de Vietnam hacia estragos en la juventud americana.
En la Unión Soviética comenzaba a percibirse signos de un muy modesto cambio. Comienzan a percibirse los signos que más tarde se conocerían como la Perestroika o el deshielo soviético de la mano de Mijail Gorbachov que tienen epicentro en la economía soviética más que en el ámbito cultural. El clima creativo comienza a distenderse. Hay controles pero no persecuciones.
Kirill Serebrennikov, es un director ruso nacido en 1969, próximo a cumplir sus 50 años, que tiene una filmografía de 8 títulos, de los cuales no se ha visto ninguno en Argentina con la excepción del que estamos comentando, estrenado esta semana, y podemos considerarlo. Podemos considerarlo más que un hijo de la perestroika, un soñador de la libertad que vivió ya con 20 años la caída del muro del Berlín y la transformación de la Unión Soviética en la República Rusa.
Este falso documental puede dividirse en dos partes. Una introducción y un desarrollo, donde en la primera parte se presentan los protagonistas y el ambiente sumamente controlado de la unión soviética, para luego seguir la historia de un músico de rock, su esposa, su pequeños bebe de no más de un año y su amigo poeta, que conforman un triángulo amoroso siempre presente pero nunca consumado muy representativo de todas las represiones de aquella época pero también un símbolo de la lealtad y la amistad.
Las dos escenas iniciales, la ya comentada de la playa y la vuelta de la misma hacia Stalingrado en tren son extraordinarias, especialmente esta última, donde el vagón de tren se transforma en escenario de un video clip gigantesco que adquiere la apariencia de un sueño de libertad que termina cuando el tren llega a la estación y las calles de San Petersburgo imponen su realidad.
Serebrennikov narra su historia guardando un notable equilibrio entre la forma de documental que imita al video clip, encerrando la idea de un gran sueño de libertad compatible con la necesidad de realización personal de cada uno de los personajes principales. Lo hace de manera muy fluida, siempre acompañado por una cortina musical, y aprovechando al máximo su mirada documentalista que nunca deja que la fantasía del musical se apodere del relato realista que en definitiva es la historia de dos músicos que trascendieron su época en aquellos años donde todavía siquiera se intuía la posibilidad del deshielo soviético.

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