domingo, 17 de junio de 2018

JOEL de Carlos Sorín


LA CALIDAD Y LA CALIDEZ

Joel llega en un buen momento en el cual se están discutiendo temas socialmente importantes. El tema de la niñez desamparada, tangencialmente se relaciona con el abandono de niños, y ello no es ajeno a la discusión que tiene lugar en el Congreso de la Nación sobre la ley del aborto legal en Argentina.

La niñez desamparada también es un problema en Argentina. Los nosocomios que reciben a estos niños no siempre están preparados para este fin y además, aparecen problemas relacionados con la propia marginalidad social que padecen estos niños. En casos de niños que han superado la edad de la lactancia, y más aún cuando esos niños han sufrido situación de calle, tanto la instrumentación de soluciones como las decisiones y las condiciones de adopción se hacen difíciles de resolver.

La película de Sorín trata sobre una pareja que vive en el sur y que después de varios años de matrimonio y estériles intentos de embarazo toma la decisión de adoptar. Ellos desean un niño pequeño, pero el Estado les ofrece hacerse cargo de un niño de 9 años, que ha vivido parte de su infancia en un asilo y sus primeros años de su vida ha estado a cargo de un tío que ahora está cumpliendo una condena en prisión. Aceptan las condiciones y se someten a una prueba que durará 6 meses. Al cabo de ese tiempo, Estado y pareja decidirán la adopción definitiva.

Sorín vuelve a la Patagonia, más exactamente a un pueblo en Tierra del Fuego, cercano a la ciudad de Ushuaia. Trabaja el material con la mirada humanista que ha caracterizado toda su obra. Primero describe la pareja que quiere tener un niño. Él es un ingeniero forestal y ella una maestra de música. Se aman, se complementan, pero les falta ese hijo que desean. La adopción parece ser el camino perfecto a la solución de su problema.
Cuando llega el niño comienza un gran cambio en sus vidas relacionado con el proceso de adaptabilidad a la nueva vida. Primero porque hay un extraño entre ellos. Segundo porque ese niño no es un bebé. Tercero porque debe concurrir a la escuela. Y cuarto, porque en toda sociedad habitan prejuicios y estigmas.

Sorín asume la forma de un western clásico para narrar la aventura de esta adopción. La llegada del niño es la de un extraño que terminará provocando una gran agitación en el pueblo. Se trata del elemento hostil que hay que educar y someter a las leyes del pueblo antes que su prédica se vuelva subversiva. Es la llegada del forastero, el desconocido sin nombre, un enigma a resolver que en la realidad de nuestros días comienza en el burocrático proceso de adopción y termina en el difícil proceso de aceptación social por parte de la misma población, e incluso de los demás niños.

No carente de suspenso, Sorín maneja este material con la maestría y la sensibilidad que lo caracteriza planteando todas las dificultades de adaptación que este ser casi anónimo debe atravesar. Primero en la casa, luego en la escuela, y en el pueblo mismo. El film termina donde deberían comenzar las respuestas. Con mucho tino, deja planteada una serie de interrogantes que si bien tienen respuesta, están en su mayoría enquistadas en los prejuicios que tiene el propio espectador, la sociedad en su conjunto.

Estamos ante uno de los film más agudos, intensos, inteligente e incluso atrapante de un director que nunca subestima al espectador. Es también un gran retrato de una problemática social y particularmente de los problemas de inclusión que se sufren en nuestro país. Una hermosa narración que no solo tiene que ver con la adaptabilidad de un ser sino con el miedo que ese ser genera en el otro. Una parábola sobre el ser diferente. Esa cuestión que divide y produce grieta. Un film necesario de ver por su gran vigencia.

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