LA CALIDAD Y LA CALIDEZ
Joel llega en un buen momento en el cual se están
discutiendo temas socialmente importantes. El tema de la niñez desamparada,
tangencialmente se relaciona con el abandono de niños, y ello no es ajeno a la discusión
que tiene lugar en el Congreso de la Nación sobre la ley del aborto legal en
Argentina.
La niñez desamparada también es un problema en Argentina.
Los nosocomios que reciben a estos niños no siempre están preparados para este
fin y además, aparecen problemas relacionados con la propia marginalidad social
que padecen estos niños. En casos de niños que han superado la edad de la
lactancia, y más aún cuando esos niños han sufrido situación de calle, tanto la
instrumentación de soluciones como las decisiones y las condiciones de adopción
se hacen difíciles de resolver.
La película de Sorín trata sobre una pareja que vive en el
sur y que después de varios años de matrimonio y estériles intentos de embarazo
toma la decisión de adoptar. Ellos desean un niño pequeño, pero el Estado les
ofrece hacerse cargo de un niño de 9 años, que ha vivido parte de su infancia
en un asilo y sus primeros años de su vida ha estado a cargo de un tío que ahora
está cumpliendo una condena en prisión. Aceptan las condiciones y se someten a
una prueba que durará 6 meses. Al cabo de ese tiempo, Estado y pareja decidirán
la adopción definitiva.
Sorín vuelve a la Patagonia, más exactamente a un pueblo en
Tierra del Fuego, cercano a la ciudad de Ushuaia. Trabaja el material con la
mirada humanista que ha caracterizado toda su obra. Primero describe la pareja
que quiere tener un niño. Él es un ingeniero forestal y ella una maestra de
música. Se aman, se complementan, pero les falta ese hijo que desean. La
adopción parece ser el camino perfecto a la solución de su problema.
Cuando llega el niño comienza un gran cambio en sus vidas
relacionado con el proceso de adaptabilidad a la nueva vida. Primero porque hay
un extraño entre ellos. Segundo porque ese niño no es un bebé. Tercero porque debe
concurrir a la escuela. Y cuarto, porque en toda sociedad habitan prejuicios y
estigmas.
Sorín asume la forma de un western clásico para narrar la aventura
de esta adopción. La llegada del niño es la de un extraño que terminará
provocando una gran agitación en el pueblo. Se trata del elemento hostil que
hay que educar y someter a las leyes del pueblo antes que su prédica se vuelva
subversiva. Es la llegada del forastero, el desconocido sin nombre, un enigma a
resolver que en la realidad de nuestros días comienza en el burocrático proceso
de adopción y termina en el difícil proceso de aceptación social por parte de la
misma población, e incluso de los demás niños.
No carente de suspenso, Sorín maneja este material con la
maestría y la sensibilidad que lo caracteriza planteando todas las dificultades
de adaptación que este ser casi anónimo debe atravesar. Primero en la casa,
luego en la escuela, y en el pueblo mismo. El film termina donde deberían
comenzar las respuestas. Con mucho tino, deja planteada una serie de
interrogantes que si bien tienen respuesta, están en su mayoría enquistadas en
los prejuicios que tiene el propio espectador, la sociedad en su conjunto.
Estamos ante uno de los film más agudos, intensos,
inteligente e incluso atrapante de un director que nunca subestima al
espectador. Es también un gran retrato de una problemática social y
particularmente de los problemas de inclusión que se sufren en nuestro país. Una
hermosa narración que no solo tiene que ver con la adaptabilidad de un ser sino
con el miedo que ese ser genera en el otro. Una parábola sobre el ser
diferente. Esa cuestión que divide y produce grieta. Un film necesario de ver
por su gran vigencia.
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