EL REINO PERDIDO
Cada vez que termino de ver una nueva entrega de la saga de
Jurassic Park (esta es el quinto capítulo), vuelvo a sorprenderme saliendo del cine
fascinado por lo que he visto. Con aire crítico podría decir que vi más de lo
mismo. Sin embargo no es así. Cada capítulo de la saga, sobre todo estéticamente,
es diferente al anterior.
En esta nueva versión, la novedad es que la trama transita hacia
una situación de encierro. A diferencia de los guiones anteriores, este film no
se desarrolla a cielo abierto y en pleno contacto con la naturaleza. El director
español Juan Antonio Bayona, especialista en el género de terror y suspenso, responsable
de aquel éxito llamado El Orfanato, ha sido el elegido para mantener la
vigencia de la franquicia. Para ello, transforma al nuevo producto de la factoría
Spielberg en un cuento de terror gótico. A diferencia de las anteriores
entregas, Bayona encerrará la mayor
parte de las acciones en una enorme mansión habitada por solo 4 personas, una
de ellas, la inquieta niña de 7 años nieta del anciano ricachón que aporta
fondos para la manutención de la Isla Nublar. No faltará en el conjunto, la
nodriza de la niña y el inescrupuloso secretario del anciano.
Otra consideración a tener en cuenta es que la discusión científica
y los prejuicios morales relacionados con la clonación de células desaparecen
del centro de discusión de ideas que se planteaba en las entregas anteriores. El
aggiornamiento de la da discusión ahora conduce lisa y llanamente a la cuestión
mercantilista. La clonación como un negocio que termina en una millonaria
subasta de dinosaurios.
El Reino Perdido comienza de forma convencional siguiendo
los lineamientos de las películas anteriores. Ante una erupción volcánica en la
Isla Nublar, la científica Claire y el domador de dinosaurios Owen Grady parten
hacia allí para tratar de rescatar y salvar los dinosaurios que la habitan, con
especial interés de rescatar un ejemplar del Blue Raptor. Pero a partir de ello,
los guionistas Colín Trevorrow y Derek Connolly comienzan a atrapar a los
personajes en torno a diferentes situaciones de encierro. Esto le viene como
anillo al dedo a Bayona, un director con mucho oficio en el género que
aprovecha cada una de las situaciones que le sirve el guión permitiéndole un
notable lucimiento personal dotando al film de una identidad particular sin
dejar de respetar el modelo de la saga.
Bayona desarrolla el encierro en tres etapas: 1) El escape
de los protagonistas de la isla, en la que introduce a los personajes en una
esfera submarina que se transforma en una trampa casi mortal para ellos. 2) El
viaje hacia el continente en un barco cargado de soldados y dinosaurios
enjaulados cuyo destino los protagonistas desconocen, donde deben viajar escondidos
como polizones. Y 3) El encierro en la mansión del millonario y benefactor Benjamín
Lockwood, donde Bayona luce todas sus destrezas narrativas montando la escena
de una subasta de dinosaurios totalmente surrealista que dota al capítulo de
una identidad propia que definitivamente lo diferencia de la saga, donde las ambiciones
materialista dan lugar al reino de la excentricidad de millonarios que pujan
con millones de dólares para quedarse con un ejemplar clonado que destaque en
sus zoológicos particulares.
Más allá de esos logros, las dos horas de duración del film
se pasan volando porque básicamente estamos ante un entretenimiento en su estilo
más puro. Y ello no es de extrañar dado que detrás de todo ésto se encuentra la
inspiración de un maestro como Steven Spielberg, productor ejecutivo de la
película. En el campo de lo nostálgico y del homenaje a una saga que cumple 25
años debemos destacar también dos aspectos: Hay dos apariciones de Jeff
Goldblum como el Dr. Ian Malcolm y hacia el final, Michael Giacchino, autor de
la banda sonora incluye en el tema principal una estrofa del tema musical de Jurassic
Park de John Williams.
No obstante lo comentado, la saga mantiene vigente el mensaje
de la serie en torno de que la vida busca a la vida, y si esa vida es una criatura
agresiva, no importa dónde esté, se defenderá violentamente para preservarse. Existe
un orden natural de las cosas que obliga a que toda manipulación genética debe
realizarse con el debido respeto tratando de preservar ese mismo orden.
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