sábado, 30 de junio de 2018

AMIGOS POR LA VIDA de Francesco Bruni


TODO LO QUE QUIERAS

El actual cine italiano siempre ha visto los aspectos sociales con una mirada crítica. En los últimos años esa mirada se ha transformado casi excluyentemente en una mirada sobre la familia a través de la cual finalmente observa la conducta social.  Amigos por la Vida no es ajena a ello. Muestra cambios preocupantes en la sociedad moderna que afectan sin duda la unión familiar a la vez que resignifica el papel de nuestros mayores en la formación de nuestros hijos y nietos.

Estamos ante una historia de vida que nos relata el encuentro entre un joven socialmente perdido con una vida casi marginal y un anciano enfermo de Alzheimer. En principio, la película es un retrato de dos personas completamente opuestas, pero en una segunda lectura, es la historia del encuentro de dos hombres que se terminarán ayudando uno al otro.

La película es también un retrato de una parte de la juventud de esta época a través de la descripción de un grupo de cuatro amigos que son buenos para nada. Jóvenes desocupados que no tienen nada que hacer, que siempre están en grupo, se emborrachan y drogan, roban baratijas inservibles o comenten pequeños hurtos para zafar un par de días, o simplemente para molestar al prójimo.

Por otro lado muestra un cuadro de situación familiar cuyas características marginales da lugar a la descripción anterior. Casa con poco espacio. Muchacho que se crió sin madre (murió cuando el niño tenía dos años). Padre que vive de changas, ahora conviviendo con una mujer extranjera. Un cuadro de situación que describe serias necesidades económicas y afectivas.

El muchacho comienza a tomar conciencia que debe abrirse paso. Responde a un aviso en donde se necesita a un hombre joven que acompañe a un anciano enfermo. Ese anciano que padece Alzheimer es su opuesto en todo sentido. Es un hombre educado, un poeta que ha estado en la segunda guerra, ha sido profesor en la universidad y desde hace unos años está viudo de una mujer con la que convivió toda su vida.

El encuentro entre estas dos personalidades tan diferentes dará lugar un cambio radical en la realidad de ambos. Por un lado, el anciano volverá a recuperar parte de su vida perdida, y por el otro, el joven encontrará un referente, un hombre que ha llevado una vida y construido una obra, y que ahora puede predicar con el ejemplo.

Francesco Bruni, con una prolífica vida de guionista desde 1991 y con tres films como director, de los cuales este es el primero que se estrena comercialmente en Argentina, ha dirigido con la suficiente solvencia esta historia dándole un ritmo entretenido, logrando llamar la atención del espectador sobre los planteos tanto individuales como sociales que describe el film. Bruni pasa de la descripción de los personajes y de la situación social al cine de aventuras casi sin advertencias, y transforma al film en una especie de alocada road movie no exenta de honesta emotividad manteniendo siempre el equilibrio narrativo y el interés del espectador en lo que está narrando. La escena del joven y del viejo sentados juntos en un banco de una estación solitaria esperando la llegada de un tren local es absolutamente conmovedora. Es la imagen misma de dos almas que han encontrado un camino que paradójicamente significa el final del recorrido.

Destacan en la actuación Andrea Carpezano como Alessandro, el joven que toma conciencia, y Giuliano Montaldo en el rol del anciano Giorgio. Cabe acotar que Montaldo es, además, el gran director que en los ´70 dirigió tanto Sacco y Vanzetti como Giordano Bruno, dos películas italianas que recorrieron el mundo marcando el extraordinario momento del cine italiano de aquella época.

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