LA VERDAD OCULTA
1945 es el título de la sexta película del húngaro Ferenc
Török y primera de su autoría que se estrena en Buenos Aires. Su cine remite al
cine del Este de Europa de los años 60. Posee un enorme sentido de la ironía,
un humor que bordea al drama desdramatizándolo, y un grupo de actores
desconocidos para nosotros que en sus manos se vuelven plastilina moldeable que
humaniza personajes y las lleva a situaciones absurdas que dejan en evidencia
la condena que el director pretende transmitir en forma disimulada que resulta
contundente.
Al ver el film, su visión me remitía sobre todo al gran
cine checo de los años 60, aquel cine que dio lugar a Los Amores de una Rubia
(1965) y Al Fuego, Bomberos (1967), ambas de Milos Forman, a Trenes
Rigurosamente Vigilados (1966) de Jiri Menzel, o a La Tienda de la Calle Mayor
(1965) de Jan Kadar, todos films que mezclan la ironía y el absurdo dando lugar
a momentos kafkianas.
En la presente obra de Török, la acción transcurre días
antes de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Un tren llega a la
estación de un pueblo en Hungría. Del mismo bajan dos personas, con dos
cajones. Son dos judíos a los cuales los está esperando un carrero. La noticia
vuela por el tranquilo pueblo. La quietud y tranquilidad que lo caracterizan ya
no será la misma mientras el carromato cruza el pueblo.
Török maneja con maestría su material. Con paciencia irán
apareciendo las pasiones humanas que cambian la historia. Las bajezas humanas
no tienen límites. La vergüenza, el resentimiento, la culpa, el miedo, el poder
del dinero que todo lo corrompe, la ira, la venganza. Todo saldrá a la luz para
modificar un estado de cosas que la propia guerra ha facilitado con su
corrupción.
La guerra facilita la corrupción del hombre, del ciudadano
toda vez que el permiso para matar esta dado a partir de la declaración de la
misma. La instalación de la injusticia es su consecuencia directa. El notable
film de Török minimiza toda la cuestión a un mero episodio que ocurre durante
un solo día en el que todas las bajezas ocurridas en el pueblo salen a la luz
por un gran catalizador que es el sentimiento de culpa.
Para muestra vale un botón. La película posee una
extraordinaria fuerza expresiva. Cuenta una historia, provoca al espectador, lo
saca de la indiferencia y busca su reflexión. Nadie puede permanecer impasible
ante la historia que nos cuenta el film. De hecho, en la función que yo vi el
film, nadie se movió de su butaca hasta que no terminó de caer el último
crédito.
Este no es un film de guerra ni sobre la guerra. Es sin
embargo, una obra lucida, plena de humanismo, de un creador que pone a la luz
las crueldades capaces de desarrollar el ser humano en determinadas
situaciones. Lo hace con suspenso y mucho humor. Con una pintura muy notable de
personajes y composiciones actorales que en algunos casos se vuelven
antológicas. Su film no aspira a condenar ni hacer justicia. Solo expone y deja
librado a espectador sacar sus propias conclusiones.
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