NOTABLE POLICIAL NEGRO
Estamos ante una ópera prima, o sea una primera película de
un director. Una película de un hombre joven, un mendocino graduado en la
Universidad del Cine en Buenos Aires que además de dirigir el film es co-autor
del guión, y participa del montaje del mismo (experiencias anteriores con
Villegas, Llinas y Trapero). O sea, una personalidad múltiple que aparece a
cargo con mucha firmeza de un policial negro que renueva la esperanza del
desarrollo de un cine de género en Argentina.
La narrativa de Esteves es simple y lineal. Por momentos hace
recordar al cine de Sam Peckimpah, concretamente al que desarrolló en La Fuga.
Un cine seco, directo, contundente. La acción transcurre en Mendoza, en las
afueras de la ciudad, en la época actual, y narra una historia de marginados, de
tipos jóvenes fuera de la ley que intentan cometer un robo que obviamente no sale
según lo esperado. Ello generará una persecución que se narra desde el punto de
vista del perseguido.
El film describe un mundo que se desarrolla al filo de la
ley, donde comienzan otras reglas más allá de las leyes tradicionales que son
dictadas por los poderosos del lugar, donde la cana se transforma en un simple brazo
de ese poder dentro de un mundo donde prevalece la marginalidad, en el que
cuesta levantar cabeza y salir a flote, y donde cada uno (incluso las
autoridades) termina jugado haciendo la suya, o sea, lo que más le convenga,
esté o no dentro de la ley.
En este mundo binario donde nadie es demasiado bueno ni demasiado
malo, donde cada uno tiene una cara visible y otra oculta, Reynaldo Galindez,
El Rey, comete un hurto robando a quien no debía robar. Paradójicamente, escapa
y cae literalmente en la casa de Germán (Carlos Vargas), un guardia de
seguridad de una transportadora de caudales casi al borde de la jubilación, que
le da refugio y protección. Entre ellos se generara una complicidad, casi una
relación de padre e hijo, donde básicamente El Rey aprenderá a vivir en ese
mundo tan hostil de los marginados haciendo equilibrio para no caer en manos de
los que supuestamente defienden la ley pero tampoco de aquellos que viven fuera
de ella.
Esteves, como narrador y como editor, se muestra muy seguro
de sí mismo. Relata con prolijidad y claridad su historia basándose en un guión perfecto,
sin ningún tipo de fisuras. Se nota que tiene mucho policial visto, sobre todo
americano. Producto de ello, su cine observa un manejo notable de los tiempos
cinematográficos. El film es muy directo, no tiene desvíos de ninguna naturaleza
y carece absolutamente de tiempos muertos derivando en una narración cristalina,
sin ningún tipo de meta mensaje, cuya contundencia se mantiene de principio a
fin.
El guión, obra del propio director y Juan Manuel Bordón,
muestra la experiencia periodística en el género policial de este último, quien
trabajo en la Sección Policiales del Diario Clarín. Filmado en Mendoza, en los márgenes
de la ciudad, la ambientación registra un clima pueblerino, cinematográficamente
tan propio del lejano oeste como de los pueblos del interior de nuestro país,
donde todo el mundo se conoce y se sabe muy bien quien es cada cual. Es en esa
cuestión de los márgenes, de la dualidad donde el film se concentra y se fortalece,
donde la ambigüedad permite la confusión, donde cuesta diferenciar el bien del
mal, es donde el film de Esteves se vuelve fuerte y creíble contando su historia.
Como opera prima, un film maduro y alentador. Como
policial, una película muy entretenida y creíble. Me hizo recordar aquel
momento de Pizza, Birra, Faso (Caetano, Stagnaro, 1998) y Mundo Grúa (Trapero, 1999)
donde un nuevo cine argentino tuvo lugar. Es de desear que este pequeño pero
ambicioso film sirva para mostrar el camino de un cine nacional que sin lugar a
dudas ha evolucionado enormemente en calidad técnica pero que aún permanece
deudor como contador de historias.
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