EL GUSTO DE LA VIDA
Naomi Kawase es una escritora y directora japonesa que forma
parte de la nueva generación cinematográfica. No obstante ello, estéticamente
Kawase está más cerca del cine de Jasujiro Ozu que el de Akira Kurosawa, y muy lejos
de Kitano. Sus historias se concentran en la vida de sus personajes, sus
conflictos más íntimos, sus necesidades de comunicarse con el otro. Forma parte
de un cine de contemplación.
Su cine se conoció mundialmente en el Festival de Cannes de
1997, donde se adjudicó la Cámara de Oro, premio a la mejor opera prima por
Suzaku, donde narra la historia de una familia en una villa devastada por la
situación económica ante fallidos planes de reactivación económica por parte
del gobierno. En 2007 el Festival la transformó en Gran Maestra al ganar la
Palma de Oro (premio principal) por su película Nogari No Mori (El Bosque de
Luto), una de las máximas expresiones de un cine contemplativo que a su vez es
una meditación poética sobre la vejez, el dejarse ir y la muerte.
Una Pastelería en Tokio es su último film estrenado en
argentina realizado en 2015 que responde a estas inquietudes estéticas pero a
su vez resulta una película bisagra en su cine. Es un film mucho más abierto,
donde la narración está por encima de la contemplación y deja fluir una de esas
historias mínimas de gente común transformándose en un verdadero canto a la
vida. El film describe los perfiles de tres soledades que buscan dar un sentido
a sus vidas. Y ese sentido lo encuentran en la rutina diaria, en lo que cada uno
hace, en el trabajo de cada día, en el amor y el buen trato que se dispensa
hacia el otro.
Sentaró es un hombre solo. Tiene un puesto en una plaza de
Tokio frente a una estación de tren donde vende café y panqueques para el
desayuno. Sus clientes son mayormente alumnas de un colegio cercano. Wakana es
una de ellas que no está muy interesada en su Colegio. Quiere trabajar y ayudar
a Sentaró, pero un día aparece una anciana en busca de trabajo. Su nombre es
Tokué. Su destreza es la jalea de frijoles. La suya es un verdadero manjar que
hace cobrar sentido a los panqueques que vende Sentaró.
La madurez de Sentaró percibe que con la venta de panqueques
no alcanza para llegar a fin del mes. Tokué necesita trabajar para sentirse
viva, útil a la sociedad, pero sobre todo es consciente que la vejez llega
inexorablemente con sus pequeños achaques que tarde o temprano conducirán hacia
la muerte. Wakana siente su primera atracción sobre un hombre. Son etapas de la
vida. Tres generaciones que busca su lugar en el mundo. El film de Kawase es un
canto a la vida pero a su vez es una extraordinaria parábola sobre la
existencia del ser humano.
Con estos tres personajes, Noemí Kawase construye una
historia que centra su virtud en el humanismo. El espectador percibe con
facilidad lo que la directora narra. La soledad de las grandes ciudades. La
falta de comunicación. Las apremiantes necesidades económicas. La juventud que
busca abrirse un camino. La responsabilidad de la vida adulta. La vejez que
inevitablemente llega.
Basada en la novela de Darian Sukegawa, Kawase pinta su
aldea y consigue pintar el mundo. Esa pequeña plaza con su quiosco de venta de
panqueques y sus tres personajes tratando de descifrar el sentido de sus vidas
frente a una estación de trenes que pasan continuamente tiene alcance universal.
Es una síntesis de la vida. Así como los trenes pasan a gran velocidad también pasa
la vida. Pero el film transcurre lentamente tal como los seres humanos sentimos
pasa la vida. Así como en Tokio, esta
historia pudiera ocurrir en cualquier lugar. Es la vida que pasa, la lucha por
la subsistencia, el goce de la felicidad, el sufrimiento de la enfermedad. Un
pedacito de vida retratado en celuloide. Gran film de Noemí Kawase.
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